miércoles, 19 de enero de 2011


-Cuando muere, todo el mundo debe dejar algo detrás, decía mi abuelo. Un hijo, un libro, un cuadro, una casa, una pared levantada o un par de zapatos. O un jardín plantado. Algo que tu mano tocara de un modo especial, de modo que tu alma tenga algún sitio adonde ir cuando tú mueras, y cuando la gente mire ese árbol, o esa flor, que tú plantaste, tú estarás allí. "No importa lo que hagas -decía-, en tanto que cambies algo respecto a como era antes de tocarlo, convirtiéndolo en algo que sea como tú después de que separes de ello tus manos. La diferencia entre el hombre que se limita a cortar el césped y un auténtico jardinero está en el tacto. El cortador de césped igual podría no haber estado allí, el jardinero estará allí para siempre."

Ray Bradbury - Fahrenheit 451

1 comentario:

  1. Decidí firmarte en una de las últimas actualizaciones que estuviesen escritas en nuestro idioma. Y estoy firmando en ésta. Ayer hablamos de Fahrenheit 451, creo. Yo saqué el tema, y sin haber visto ésto. Una casualidad terrible.
    Gran libro, a propósito. Y gran película.

    Y hablando de libros, yo tengo un compañero que una vez (es de los "jodones", pero de vez en cuando se le puede tomar algo en serio) dijo en la clase de (en ese entonces) Prácticas del Lenguaje: "¿Por qué los libros tienen distintas dimensiones? Mi viejo tiene la biblioteca re desordenada por eso, ¿Por qué no los hacen todos de la misma medida, y lo que le cambia es el alto?"

    Y yo me conmoví. Porque es algo que me llegó al alma. Y es cierto. Yo también tengo ese problema (es más, creo que una vez te conté, yo los tengo ordenados desde -si parás todos los libros- el que es más alto hasta el más bajito, y queda como una escalerita) y nunca me lo pregunté. Y siempre me quedo con esa pregunta, ¿No?
    ¿Por qué no hacer todos los libros de 15x20 (por ejemplo) variándole, en ese caso, la cantidad de páginas?

    Lo prometido es deuda.
    Ahora, "ha sido" deuda.

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