miércoles, 24 de noviembre de 2010

Odio las arañas desde que tengo uso de la razón. Las odio, al igual que Ron Weasley, por esa viscosa y retorcida manera que tienen de mover sus patas. Las odio un más cuando son peludas, grandes y caminan desesperada y velozmente. Las odio pequeñas, ínfimas, tan livianas que se te suben al brazo desnudo y ni las sentís. Las odio porque son asquerosas, y sin embargo hace dos días, mientras me bañaba, me di cuenta de que la araña patona que vivía en el techo de mi baño se había ido y no pude dejar de sentirme mal. Pensé que quizás se había ido de paseo, o escondido, pero esperé que al día siguiente regresara y me acompañara desde arriba mientras me duchara, y eso no sucedió. Sólo quedan de ella ahora su telaraña invisible y perfecta, y las mosquitas pequeñas que hace tiempo yacen atrapadas en ella, muertas. Más de una vez me regocijé viendo a la araña capturar las moscas y envolverlas con la destreza de sus largas y ligeras patas entre la telaraña que ella misma despedía. Y acercarlas luego hacia sí, para sorberles las últimas esperanzas de vida. Probablemente la telaraña sea limpiada pronto, y ya que ella no regrese, mis duchas serán tan solitarias como antes. ¿Cómo se puede extrañar algo que se odia? Eso, para mi, sigue siendo un misterio...

2 comentarios:

  1. Decí que esto no tiene puntuaciones sino te doy un +100, está muy bueno ju y sinceramente no puedo responderte eso jaja, pero por suerte yo ya no extraño, odio y/o ignoro, no es lo mejor pero funciona.

    Eso sí, yo le tengo asco a cualquier bicho y si me dijeran que se estan extinguiendo no los echaría de menos ni intentaría rescatarlos.

    Vos odias las arañas, yo odio las serpientes -.- son trepadoras y arrastradas.

    ResponderEliminar