viernes, 20 de agosto de 2010

La verdad que no me explico mi constante obsesión por encontrar cosas buenas en los demás. La gente es garca, por mucho que uno intente negarlo: nadie sabe mirar más allá de su propio ombligo. Me da bronca darme cuenta de esto un poquito tarde pero, como bien dice el dicho, "la experiencia es un peine que te llega cuando te quedaste pelado". Tengo la teoría de que toda esa gente en el mundo (en especial, la gente mayor) que uno ve que va por la vida cagándose en los demás y que uno la mira y piensa "qué viejo/a de mierda" no es más que gente noble y sabia que ya tuvo la desdicha de pasar por esta gran desilusión y terminó decidiendo de manera inteligente que lo más conveniente era comenzar a comportarse de igual modo. "Más sabe el diablo por viejo que por diablo", dicen también.
La cuestión es que me cansé, y me cansé lo suficiente como para hacerlo público. Me cansé de ser la pelotudita que siempre se pone una careta de buen humor cuando se está triturando de dolor por adentro, todo para no bajonear a los demás (porque eso es algo terriblemente egoísta). Me cansé de prestar mi oído, me cansé de aconsejar, de preocuparme y de intentar mantener lazos que claramente no valen una mierda. Me cansé de gastar energía en los demás. Estoy expresamente harta, harta de esa boludez de estar cuando te necesitan, pero cuando vos necesitás algo, claro, jodete por pelotuda.
En días como hoy, me CAGO en la amistad. Y como dijo Bierce, el genial Ambrose Bierce en su Diccionario del Diablo, de quien francamente jamás leí un carajo pero hoy más que nunca estoy convencida de que vale la pena hacerlo:

"Amistad: barco lo bastante grande como para llevar a dos con buen tiempo, pero sólo a uno en caso de tormenta".

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