jueves, 25 de febrero de 2010


Todavía le quedaba suficiente perfume para esclavizar al mundo entero si así lo decidía. Podía caminar a Versalles y hacer que el rey le besara los pies. Podía escribirle al Papa una carta perfumada y revelarse como el nuevo Mesías. Podía hacer todo esto y más, si quería. Poseía un poder más fuerte que el poder del dinero, o el terror, o la muerte - el poder invencible de mandar sobre el amor de la raza humana. Sólo había una cosa que el perfume no podía hacer. No podía convertirlo en una persona que pudiera amar y ser amado como todos los demás. Por lo tanto, al infierno con él, pensó. Al diablo con el mundo. Con el perfume. Consigo mismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario